Creo que el paso de los años me pegó y me he transformado en un viejo odioso. Ese al que le caen mal muchas actitudes de sus semejantes y que no está dispuesto a analizar si está bien o mal dicho juicio de valor, simplemente le molestan, lo expresa y a mamarla si a vos no te gusta. Varias veces veía a mucha gente atribuir este signo de convivencia a seres de avanzada edad y me parecía una estigmatización hacia una condición que podía insertarse en personas de cualquier rango etario. Pero ahora me veo a mí y puedo afirmar luego de un exhaustivo análisis interno que he pasado a formar parte de esa tribu inconformista y protestona.
A ver, enumerando algunas de las cosas que me fastidian, podría afirmar que:
—Me molestan muchísimo aquellos que manifiestan una opinión desde el más elevado púlpito testimoniándote lo que tenés que pensar, que series ver, que películas disfrutar, a quién votar, que ideas políticas tener, que palabras decir y de que cosas te podés reir, so pena de pasar a ser un imbécil o un inadaptado si no seguís su prestigiosa línea de ideas y gustos particulares.
—Me molesta el que te aconseja con la celeridad de un gurú cómo debes llevar adelante tu vida cuando vos observás impávido que a duras penas puede sobrellevar su propia existencia.
—Me molesta el que te evidencia los errores del amigo ausente pero cuando éste viene lo llena de abrazos y elogios con la más actuada sonrisa.
—Me molesta el que maneja con suficiencia por la vía rápida mirando su celular y al ponerse el semáforo en amarillo acelera a full y te deja pegado a la senda peatonal con el rojo en la frente y las ganas de llegar antes a tu destino en la bilis.
—Me molesta el adulador compulsivo de exclusivamente todo lo que diga en las redes sociales el famoso con muchos seguidores, acompañando sus babosos comentarios con apelativos como "genio", "ídolo", "gracias por existir" o "qué suerte tengo de leerte todos los días".
—Me molesta el puteador compulsivo en las redes sociales de exclusivamente todo lo que signifique una idea contraria a su mesiánico sentir, demostrando que la tolerancia y el respeto que tanto proclama y exige en su propio muro no se condice con sus palabras vociferadas en los ajenos.
—Me molesta el que se cree más importante que uno y te mira con desdén sólo por haber actuado en un par de obras de teatro en centros vecinales o tocado como telonero de una banda renombrada de otros terruños.
—Me molesta el que envidia al que llegó allá lejos donde él quiso llegar diciendo que tuvo suerte o amigos influyentes o una billetera generosa; cualquier cosa negativa que disimule su falta de capacidad, planificación y empeño para lograr esos sueños que el envidiado sí utilizó.
—Me molesta el político, egoísta y tribunero, el prometedor de imposibles, el creador de relatos justificadores, el que te dice que te va a dar y después te quita, el que consigue su bienestar en base al tuyo y al mío, el que quiere eternizarse en la función pública porque sólo es hábil en el arte de mentir y cagar a la gente, el que hace que te pongas su camiseta y subliminalmente te hace defender sus espurios negociados.
Podría seguir durante largo rato. Pero creo que con esto ya me probé (a mí y a ustedes) que me transformé en un viejo odioso. Sí. Muy.
A ver, enumerando algunas de las cosas que me fastidian, podría afirmar que:
—Me molestan muchísimo aquellos que manifiestan una opinión desde el más elevado púlpito testimoniándote lo que tenés que pensar, que series ver, que películas disfrutar, a quién votar, que ideas políticas tener, que palabras decir y de que cosas te podés reir, so pena de pasar a ser un imbécil o un inadaptado si no seguís su prestigiosa línea de ideas y gustos particulares.
—Me molesta el que te aconseja con la celeridad de un gurú cómo debes llevar adelante tu vida cuando vos observás impávido que a duras penas puede sobrellevar su propia existencia.
—Me molesta el que te evidencia los errores del amigo ausente pero cuando éste viene lo llena de abrazos y elogios con la más actuada sonrisa.
—Me molesta el que maneja con suficiencia por la vía rápida mirando su celular y al ponerse el semáforo en amarillo acelera a full y te deja pegado a la senda peatonal con el rojo en la frente y las ganas de llegar antes a tu destino en la bilis.
—Me molesta el adulador compulsivo de exclusivamente todo lo que diga en las redes sociales el famoso con muchos seguidores, acompañando sus babosos comentarios con apelativos como "genio", "ídolo", "gracias por existir" o "qué suerte tengo de leerte todos los días".
—Me molesta el puteador compulsivo en las redes sociales de exclusivamente todo lo que signifique una idea contraria a su mesiánico sentir, demostrando que la tolerancia y el respeto que tanto proclama y exige en su propio muro no se condice con sus palabras vociferadas en los ajenos.
—Me molesta el que se cree más importante que uno y te mira con desdén sólo por haber actuado en un par de obras de teatro en centros vecinales o tocado como telonero de una banda renombrada de otros terruños.
—Me molesta el que envidia al que llegó allá lejos donde él quiso llegar diciendo que tuvo suerte o amigos influyentes o una billetera generosa; cualquier cosa negativa que disimule su falta de capacidad, planificación y empeño para lograr esos sueños que el envidiado sí utilizó.
—Me molesta el político, egoísta y tribunero, el prometedor de imposibles, el creador de relatos justificadores, el que te dice que te va a dar y después te quita, el que consigue su bienestar en base al tuyo y al mío, el que quiere eternizarse en la función pública porque sólo es hábil en el arte de mentir y cagar a la gente, el que hace que te pongas su camiseta y subliminalmente te hace defender sus espurios negociados.
Podría seguir durante largo rato. Pero creo que con esto ya me probé (a mí y a ustedes) que me transformé en un viejo odioso. Sí. Muy.