17 de mayo de 2013


        Si no creés en la Justicia Divina no debería alegrarte ninguna muerte. Y esto viene a cuento de los que festejan el fallecimiento de un genocida como si fuera un gol o un ascenso laboral. Su paso por la vida carcelaria fue bastante escueto y creo que no alcanzó para castigar su terrible accionar en la época mas negra de nuestro país.
        Sí, falleció tras las rejas, su juicio legitimó ante gran parte de la sociedad el estado de lacra que no se veía reflejado en otra condena que no sea la moral, pero a uno le queda un gustito a poco. La muerte fue en este caso un paliativo bastante generoso. "El cristiano, a mi juicio, debe actuar con la palabra como mensajero de Cristo; pero además con el testimonio de sus obras como soldado de Cristo". ¿Quién pronunció esta frase? ¿Balduino I? ¿Martin Luther King? ¿Algún pastor evangélico? No. Fue Jorgito Rafael en una de sus últimas entrevistas desde prisión. Dicen que la Biblia con la cual organizó su vida la habría comprado de oferta en La Salada.
        Yo creo en la Justicia Divina. Creo que el Infierno debe estar preparándole el mejor de los cuartos disponibles. Creo que Lucifer le debe estar diciendo, palmeándole la espalda "Loco, ni en mis peores momentos hubiera pensado ser tan hijo de puta". Creo que la eternidad va a mostrarle la foto de cada una de esas almas que el bautizó como "desaparecidos". Creo en todo eso, sí. Si no lo creyera, estaría llorando cada mañana ante la imagen de tanto cagador que anda suelto y disfrutando.